En 1901, el aviador Alberto Santos acababa de participar en una carrera con su dirigible. Cuál no sería su sorpresa al verse vitoreado: ¡había ganado el premio!.
- ¿Por qué está tan sorprendido, Alberto?, le preguntó Louis Cartier.
- Pues… porque no sabía si había ganado.
- ¿No lo sabía? –le preguntó, incrédulo- ¿cómo es posible?
- Porque no sabía si lo había logrado en menos de 30 minutos.
- ¿Es que no llevaba usted reloj?
- Sí —respondió el aviador, sacando un reloj de bolsillo—, pero no pude consultarlo porque el manejo del dirigible no permite quitar las manos de los controles.
La respuesta dejó a todos de piedra, a todos menos a Louis Cartier.
- No se preocupe usted, yo resolveré el problema para su próximo vuelo.